viernes, septiembre 02, 2005

Son las 9 y media y tengo ganas de escribir

''karma police, arreste a ese hombre'' Le gritó al cana de la vereda de enfrente, el cual lo miró con cara de pocos amigos y continuó sus quehaceres habituales, como ser corrupto y agarrarse el chaleco antibalas con los pulgares.
El perpetrador de dicha frase sacada del librito de OK Computer, de Radiohead, en un estado de semi ebriedad, y expectante ante la idea que en momentos nomás iba a salir en la tele, se paró derecho, arregló su pelo alborotado por los Disturbios Blancos (También conocido como White Riot), se acercó a un kiosco y se apoyó contra la puerta, en actitud pistera/ganadora. El kioskero, un norcoreano de apellido ^ (Si, su apellido es el caracter ^), de jodido que era, apretó el timbre que abría la puerta, y el hombre que se apoyaba en la misma cayó de brucelas al piso. Este, de jodido que era, se quedó en el suelo; a la larga trató de levantarse, pero al apoyar su brazo en el suelo para hacer fuerza, le volvía a la mente el recuerdo de la heroína, y volvía a desplomarse. En realidad nunca había probado tal droga, pero las agujas le daban cosita.
Luego de un rato, y al ver que esta pseudo-historia no tenía sustancia, se levantó y trató de robar el kiosco, para darle mas punch a la trama. O tal vez para llamar la atención de la gente, en compensación de la falta de afecto que recibió en su casa de chico, cuando tenía que convivir con 8 hermanos (6 de los cuales eran en realidad gitanos con una alta dependencia a la nicotina) en un departamento mas bien minúsculo del microcentro. Este hombre, aparentemente, tuvo una infancia geográficamente minimalista. A propósito, su nombre era Blanche.
Blanche logró saquear 123 pesos con 456 centavos de la caja registradora, antes que el ruido de tantas monedas en su bolsillo trasero lo delatara. En ese instante, y ateniendose a todo esteoripo oriental posible, ^, el kioskero, comenzó a despedir un brillo azulado, para luego tomar una caja de palitos chinos y lanzarlos contra el protagonista de esta infame historia. Los palitos lo dejaron clavado contra la pared. Por suerte, los coreanos no se destacaron nunca en su arquitectura, ya que tenían la idiota fijación a hacer todas las paredes de papel (Si, ya se, esos son los japoneses, no me arrepiento de generalizar, TKB por seguir leyendo). Blanche pegó marcha atrás y la pared detrás de él colapsó, dejando al descubierto un tesoro nazi, un paquete de medicina grande y munición para la 45. Tomóse todo lo que ahí había, y huyó, con al esperanza que el narrador descuide al personaje del kioskero.
El kioskero llamó a la policía, le explicó todo lo que sucedió, y luego se fue a comer arroz con un par de tacos de pool.
Mientras tanto, Blanche corría por las calles de Buenos Aires, deslizándose entre los autos y pateando bebés hasta que frenó en seco en medio de la calle Esmeralda. Decidió que la acción no era lo suyo, y entró al primer bar que vió, esperando que el autor se dignara a imaginar otro personaje.
Cuando Blanche entró al bar, estaba vacío. Decidió continuar corriendo. Pero al salir del bar, que al parecer era solo un cubo de concreto vacío, paró un taxi y se bajó en Retiro. Comprendió que su vida no era mas que una efímera historia de un hombre aburrido y con sueño, y no tuvo mas opción que hacerse vengador anónimo, instalarse dos cañones de rayos láser en los ojos y comenzar a vivir una vida loca como perpetrador de la muerte inducida por rayos X.
Su historia no termina aquí...

2 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

JAJAJAJJAJA, (y)

9:10 p. m.  
Blogger Jwaи dijo...

no quiero que el hecho de q me hayas dicho q iba a terminar mal afecte a este comentario. pero inevitablemente lo hace.

excelente anyway

9:12 a. m.  

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